Marta Rodríguez tiene la fórmula para llevar adelante su empresa de cosméticos naturales Alondra: el empeño, con el que ha sacado dos carreras, y la familia, especialmente su hijo Juan Pablo, quien es más que su motivador diario.
Ella es fisioterapia, especializada en belleza y spa. Aparte realizó un curso sobre productos naturales en el instituto Sanarte, ubicado en Rohrmoser.
Cuando en hace unos tres años estaba terminando la carrera de administración, en la sede ubicada en Liberia de la Universidad Técnica Nacional, llevó una materia de emprendedurismo en la cual tenía que presentar un proyecto.
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Hija de Manuel Rodríguez y Mayela Delgado, ambos con una ingeniería en ciencias agrarias, era inevitable –y no había que forzarlo tampoco– para que la idea fuera crear un negocio en productos naturales.
La empresa se iniciaría con una crema facial fabricada con moringa, una planta considerada como superalimento por contener elementos y propiedades para rejuvenecer, hidratar y evitar las líneas de expresión.
La idea no se quedó en la tarea para el curso en la universidad. Ahí le aconsejaron acudir a la Escuela de Química de la Universidad de Costa Rica (UCR) para que le ayudaran a desarrollar la fórmula de la crema.
Teniendo esto en marcha obtuvo los permisos del Ministerio de Salud e inscribió el emprendimiento en el registro de pequeñas empresas del Ministerio de Economía, Industria y Comercio.
Además, sacó la patente municipal y realizó los trámites ante el Instituto Nacional de Seguros y la Caja Costarricense del Seguro Social, puesto que entre sus “empleados” iba a estar su familia.
“Es muy importante llevar todo en orden”, sostiene Marta.
La crema tiene propiedades hidratantes, purificadoras, anti-envejecimiento, vitaminas (A, E y C que provee la moringa), sábila y leche de cabra, con todo lo cual ayuda a la formación de colágeno para reducir las líneas finas y las arrugas y rejuvenece la piel
Cuando estaban creando la formulación de la crema, Marta hizo estudios de mercado para conocer la reacción y la satisfacción de los clientes.
El objetivo de la evaluación también incluía confirmar que los ingredientes ayudan a todo tipo de piel, no causa alergias y no provoca problemas dermatológicos.
Con la crema lista, Marta amplió la oferta de productos naturales de su empresa.
Uno es un exfoliante facial y corporal hecho con base en miel de abeja y leche de cabra, así como un protector labial en dos versiones: de manteca de karité (un aceite para reponer e hidratar que se obtiene de la semilla de ese árbol) y otro de manteca de cacao.
Los tres productos los encarga para que los fabrique, siguiendo las respectivas formulaciones, una empresa conocida como Wimo, ubicada en San José, que había sido premiada como exportadora en una ExpoPyme.
Durante todo este tiempo una tarea permanente ha sido mejorar las formulaciones de los productos.
Con Alondra, Marta participó en eventos como la ExpoPymes, El Gustico y el Festival de la Tortilla y recibió el empujón con un financiamiento de Fundecooperación.
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Actualmente los productos se comercializan, por supuesto, en Liberia primero y a través de Facebook, donde los promueve y atiende pedidos que envía a través del servicio de Correos de Costa Rica.
Ya está planeando crear una tienda en línea, la cual estará lista en octubre próximo; llevar el producto a macrobióticas y a supermercados; venderla en hoteles de Guanacaste y de otras zonas.
Incluso quiere exportar los productos con el apoyo de la Promotora de Comercio Exterior (Procomer), ya sea el próximo año o el siguiente.
En esta institución la conocen, pues Marta y su empresa Alondra habían participado en el concurso regional de SeedStar by Procomer y fue una de las cuatro empresas elegidas de la provincia de Guanacaste en la edición del 2017.
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Aparte de comercializar los productos, actualmente Marta está enfocada en mejorar la marca y la formulación.
Fácil no es, por las limitaciones de tiempo y la falta de recursos para echar adelante una empresa de esta categoría.
Marta dice que el proceso ha sido largo y complejo, lleno de mucha tramitología y muy costoso.
La siembra, la paciencia, la dedicación y la voluntad para no desistir da frutos, pues Alondra ya tiene su mercado y ha conquistado la aceptación de los clientes que se cuidan a sí mismos.
Cuenta, eso sí, con una fórmula clave: el apoyo de su familia y especialmente de Juan Pablo.
“Él dice que soy una luchadora”, cuenta con orgullo Marta. “Él siempre ha estado ahí, me acompaña a los eventos, vende los productos y se ha involucrado completamente”.