Cuando Randall Álvarez González decidió abrir su restaurante de hamburguesas artesanales Burger Club quiso que fuera un espacio en el que la gente pudiese interactuar, lejos de las distracciones que la tecnología puede ocasionar.
Por ello, le dijo “no” a los televisores y al Internet inalámbrico (wifi) y, en lugar de estas opciones, colocó en las mesas diversos juegos que les permitieran a los visitantes pasar un buen rato, especialmente a la espera de su comida.
Es así como en su negocio, inaugurado el 1 de julio del 2017, se puede encontrar a la gente jugando cartas, dominó, tablero y diversos juegos con fichas.
“He tenido la mala experiencia de ir a varios lugares donde hay casi 25 pantallas, entonces terminaba uno ‘metiéndose’ en el televisor. Al final de cuentas, usted se olvida de la persona con la que anda. Encontramos que los juegos de mesa son muy interactivos”, justificó el emprendedor.
Los visitantes siempre tienen la opción de usar su celular, no se restringe su uso. Sin embargo, la idea es que aprovechen los juegos para divertirse y se desconecten por un rato de su teléfono.
Randall cuenta que han llegado clientes que no conocían este tipo de juegos, por lo que, al aprender, se distraen bastante. En ocasiones, hay que recordarles que ya es hora de cerrar, pues se emocionan jugando.
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Reinventarse
Randall resolvió el año pasado cambiar de rumbo en materia de negocios.
El emprendedor tiene un taller de enderezado y pintura en el que realiza piezas en fibra de vidrio. Él se ha dedicado a esta área desde hace casi 30 años.
Le pareció conveniente buscar otra alternativa y disminuir su exposición a los químicos de las pinturas y productos que se emplean en esta industria.
El haber perdido un importante cliente lo impulsó a dar el paso de explorar otro tipo de empresa y disminuir el tamaño de su taller, al que hoy le dedica menos tiempo.
Como amante de las hamburguesas, empezó a frecuentar restaurantes en los que estas se elaboraran de manera artesanal.
Así fue que nació un interés por esta clase de comida y comenzó a experimentar él mismo en la cocina, un terreno desconocido para él.
Como su papá es panadero, él se encargó de proveerle el pan, mientras que Randall elabora las tortas.
Para desarrollar el negocio, Randall vendió “sus juguetes”: un Chevrolet de 1940 que estaba restaurando desde hace años y un Volkswagen Jetta GLI 2006.
Los ¢9 millones que obtuvo de las ventas los invirtió en el restaurante, que se ubica en San Francisco de Dos Ríos, en un espacio de 80 metros cuadrados.
Su negocio abrió justamente el día en el que el país experimentó un apagón: el 1 de julio.
Randall recuerda que se quedaron esperando a que regresara la luz y en la noche ya llegaron los clientes.
Opciones
El restaurante tiene una cocina abierta, en la que se puede ver al encargado cocinar.
Se enfoca en vender hamburguesas artesanales, todas con una torta de 175 gramos, de las que hay varias alternativas.
La ‘Burger Club’, una de las más vendidas, tiene queso mozzarella, tocineta, salsa barbacoa, huevo frito, cebolla caramelizada y la torta.
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Hay una opción llamada ‘Carmen Granados’, que trae salsa Lizano, mayonesa, frijoles molidos, huevo frito, queso mozzarella y la torta.
Otra opción se llama ‘Amor a la mexicana’, con guacamole, pico de gallo, salsa barbacoa, queso mozzarella, chile (si el cliente lo desea) y la torta de carne.
También se elaboran ensaladas, sándwiches y platos con pechuga de pollo o bistec.
Los refrescos son hechos con frutas naturales.
Randall, de 47 años, asegura que el negocio “ya pasó los números rojos” y que se encuentra escalando.
A largo plazo, su meta es abrir un nuevo local en Heredia.