La abogada y cofundadora de la empresa de productos de limpieza Florex, Silvia Chaves Quesada, creció en el campo, en una finca del cantón de San Ramón de Alajuela.
Allí, sus padres ─quienes se dedicaban a la agricultura, especialmente al cultivo de café─ sembraban algunos de los alimentos que consumían y tenían animales, como vacas y gallinas.
Junto a sus hermanos, desde pequeña Silvia les daba alimento a las gallinas y cuidaba las huertas en las que cosechaban lechuga, cebollín y plantas medicinales como romero y menta.
También era común topársela en los cafetales desde donde recogía el café.
Fue así como desde una corta edad nació en ella un amor por el campo y por la naturaleza.
LEA MÁS: Tres pymes demuestran cómo ser ambientalmente responsables
Cuando arribó el momento de ingresar a la universidad, debió irse a vivir a la capital.
Ella se inclinó por estudiar leyes, por lo que cursó sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, en San Pedro.
El traslado significó un cambio en su vida, pues luego de estar acostumbrada a respirar el aire puro de la finca familiar y a convivir en medio de campos verdes, se enfrentó a una realidad muy distinta: la contaminación ambiental de la urbe.
Este panorama la hizo interesarse cada vez más en los temas ambientales, por lo que investigó sobre la contaminación del aire en el área urbana de San José.
“Era como una locura hablar de eso. Nadie hablaba de esos temas y para mí era absolutamente importante”, recordó la empresaria de 51 años.
Posteriormente, cursó una maestría relacionada con derecho ambiental y fue presidenta del Centro de Derecho Ambiental y de los Recursos Naturales (Cedarena).
¿Cómo nació Florex?
Carlos Araya Arias (esposo de Silvia) es orientador y se dedicó a trabajar en temas de promoción social en América Latina.
Él fundó la firma Scosa, que ofrece servicios de limpieza a empresas e instituciones.
El propósito de este negocio era brindarles trabajo a personas que no tenían acceso a empleos bien remunerados, especialmente a mujeres de escasos recursos.
Se percataron de que los empleados se enfermaban de asma, rinitis y presentaban alergias.
LEA MÁS: Emprendedora creó gel natural para prevenir el contagio de piojos
¿Cuál era el motivo de estos males?
Los químicos que utilizaban para sus labores de limpieza afectaban su salud.
Investigaron y se dieron cuenta de que esos químicos tenían materias bastante dañinas e irritantes.
“Concluimos: si es malo para las personas, imagínese para el agua y el ambiente”, rememoró la abogada.
Silvia se interesó en darle una solución a este problema y planteó la idea de crear productos de limpieza que fueran amigables con el ambiente y que no afectaran la salud de las personas.
Así surgió Florex, que se estableció legalmente en el 2003 y ofreció sus primeros productos a partir del 2007.
Sus fundadores fueron precisamente Silvia, quien hoy es la vicepresidenta y gerenta general, y Carlos Araya, quien funge como presidente.
Llevaron a cabo un proceso de investigación, con el apoyo de expertos en química, y se lanzaron al mercado diferentes productos hechos de materias primas vegetales (sin derivados del petróleo).
Dentro de ellos estaba un desinfectante concentrado, que hoy continúa en el mercado, un limpiador multiuso de superficies y un desengrasante.
“La consigna era: el menor impacto ambiental posible”, mencionó la emprendedora.
Después fueron naciendo diferentes líneas, como algunas más recientes que recurren a microorganismos benéficos para reducir la contaminación de las aguas residuales y controlar los malos olores.
El primer cliente de Florex fue Scosa, donde se pudo comprobar que con el uso de los desinfectantes los empleados no sufrían efectos, como sucedía antes.
Luego empezaron a vender los productos en otros lugares como el supermercado CoopeAgri (en Pérez Zeledón) y en la cadena Walmart.
La clave para el crecimiento de la empresa, dice la empresaria, fue mejorar su proceso de producción y ser consistentes, de manera que si vendían productos que alegaban eran ecológicos, su producción también debía serlo.
Por ello, han trabajado en construir una planta sostenible, a la que se le instalaron paneles solares y que procura aprovechar la luz solar y las corrientes de viento para disminuir el consumo de energía.
Igualmente, trabajaron en mejorar la calidad de lo que producen y en ofrecer un precio intermedio (ni muy barato, ni demasiado elevado).
La pyme, que tiene 64 empleados, se certificó en las normas ISO 14001, ISO 9001 y posee una certificación de carbono neutralidad. Asimismo, cuenta con la licencia Esencial, de la Promotora del Comercio Exterior (Procomer) y está certificada como una empresa B.
LEA MÁS: ¿Qué son las empresas B y cómo puede su pyme convertirse en una?
A lo largo de su existencia, ha obtenido diversos reconocimientos por su enfoque ambiental y en temas de responsabilidad social.
Su vicepresidenta afirma que en sus planes está crear productos más naturales, mejorar su capacidad de producción y exportar a más países. Hoy venden en Guatemala y Panamá.