A Jesús Sandí le avisaron que trasladarían las operaciones de la Tabacalera Costarricense a México, donde trabajaba como operador, y que quedaría sin empleo.
Se sentó entonces con su esposa, Nidia Ramírez, a ver qué podían hacer. Vecinos de Concepción de San Rafael de Heredia.
“Lo pensamos”, recapitula Nidia. “El esfuerzo y las ganas de salir adelante sobrepasan los obstáculos que tienen que enfrentar los emprendedores”.
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Tenían una única opción.
Cuando Nidia estaba embarazada del hijo menor (tienen además una hija), ella llevó un curso de madera country (hechas de cartón prensado) en un bazar ubicado en Heredia.
En el instante que la Tabacalera -absorbida por una filial de Philip Morris- hizo efectivo su traslado de operaciones, a principios del 2018, ya ambos habían decidido que harían.
Con la liquidación compraron una sierra, taladros, martillos y destornilladores, entre otros instrumentos.
Hasta utilizaron el motor de una vieja lavadora en desuso para fabricar una lijadora.
El 10 de abril fue el último día de Jesús en la Tabacalera y a los pocos días él y Nidia estaban inscribiendo su empresa Artesanías Sandí Ramírez.
Empezaron a fabricar las cajas. “Intentamos”, dice Nidia. Iban a prueba y error.
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Nidia recuerda que cuando llevaba el curso en el bazar de Heredia, como la plata no alcanzaba para los materiales, alguien le recomendó que Jesús hiciera las cajas de madera que usaban ahí para pintarlas.
“Imposible”, respondía ella, pues sabía que su esposo nunca había trabajado en madera hasta ese momento.
Eso no los detuvo para iniciar la empresa y empezar a fabricar y vender cajas y otros productos de madera.
Incluso su hija, actualmente de 10 años, le recuerda en broma de vez en cuando a Jesús que las primeras cajas no le salían tan bien.
Eso no importó. Aún así las vendieron.
Primero entre familiares.
Iban a los supermercados, pedían permiso y colocaban un anuncio en las pizarras que se ponen a disposición del público para diferentes tipos de avisos.
Repartieron también tarjetas de presentación y cambiaron la página en Facebook que ella tenía para hacer ventas de ropa americana, entre otras cosas, con el nuevo nombre y un logotipo que les donó una familiar. Actualmente también venden vía Instagram y WhatsApp.
Nidia viene de una familia de campo de San Ramón de Alajuela. Su padre era jardinero y producía frutas, las cuales luego comercializaba. Ella dice que por ahí le viene su habilidad para vender.
Las cajas country, muy usadas en talleres de pintura, también las hacen de plywood, de pino, de cedro o de ciprés, según lo pidan los clientes.
La producción y la oferta se fue ampliando.
Hoy fabrican y venden trompos, pilones, yoyos, cajas para botellas de vino, chorreadores portátiles de café, cajas para té, cajoneras para guardar aretes, colas y prensas, bases para computadoras, candelabros, repisas y trineos, entre muchos otros.
A veces los clientes les envían o les llevan una foto de un producto de madera que buscaron, que encontraron o que vieron por casualidad en Internet.
Una señora andaba en México y les llevó una foto de una plancha de madera que vio allá.
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Jesús y Nidia le hacen las unidades que les encargan y luego la señora las usa en talleres de pintura comunales.
Nidia y Jesús también han participado en ferias, de la mano de la Cámara de Turismo de San Rafael de Heredia, donde al menos en una reunión conocieron a otros 40 afiliados.
Ella dice que en ese cantón hay más de 120 emprendedores.
Los productos de madera de Jesús y Nidia han traspasado fronteras.
Un hermano de ella se llevó unos lapiceros de madera para exhibirlos en una escuela que tiene en Minesota, Estados Unidos.
Una señora que vive en ese país también les pidió un pilón y un cliente se llevó atriles de 12 centímetros para mostrarlos en China.
También han enviado productos a Panamá.
A través de Facebook les piden productos de diferentes lugares de Costa Rica.
De Turrialba les pidieron más de 500 piezas de portarretratos que los estudiantes pintaron y luego obsequiaron.
En algún momento se acercaron a los bancos, pero Nidia dice que por las condiciones que piden fue imposible financiarse de esa forma.
“Con lo que vendemos, compramos materiales, ahorramos y sacamos para pagar los gastos de la casa”, cuenta ella. “No tenemos otra entrada”.
Cuando no hay mucho trabajo se van a mercadear los productos a escuelas, bazares, instituciones donde dan cursos o talleres, a hogares de ancianos donde también usan la madera para cursos de pintura.
Nidia sigue aprendiendo, ahora en un centro de capacitación llamado Arte Vintage, que está ubicado en Bajo Los Molinos, en Heredia.
“Somos una empresa familiar”, dice ella con orgullo, pues su hija y su hijo (ya tiene tres años) también se incorporan a ayudar. “Ha sido duro, pero vamos por buen camino”.