Gabriela Arce y Valeria Carvajal tienen claro que la recuperación, después de varias semanas de confinamiento, no será fácil.
Como son estudiantes y emprendedoras muy proactivas, que no esperan que las ventas caigan del cielo, ambas ya planean nuevos productos y estrategias para reactivar a su iniciativa de Penseed de Costa Rica.
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El negocio, dedicado a producir y comercializar lápices que, en lugar de un borrador, tiene una cápsula biodegradable y dentro lleva semillas de plantas comestibles: albahaca, culantro, perejil y tomate.
Penseed viene de la combinación de las palabras en inglés pen (lápiz) y seed (semilla).
Valeria y Gabriela son todavía estudiantes de administración de empresas del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC).
En 2018 estaban llevando un curso de mercadeo y tenían que crear un producto y venderlo.
Junto con otros compañeros, por medio de lluvia de ideas, surgió el proyecto del lápiz.
Una señora en Tibás producía el grafito, consiguió la madera, y confeccionaba todo el lápiz. Vendieron 500 unidades en el TEC con la marca de Penseed.
Incluso la señora se quedó sin capacidad de producción y ellas mismas no lograron atender todos los pedidos que recibieron. Estaban sin stock.
“La idea era cumplir el curso”, cuenta Gabriela. “Nos sorprendió el éxito”.
Fue el proyecto que obtuvo más ventas y cada uno recuperó la inversión realizada.
Cuando terminó el curso, los otros compañeros tenían distintas prioridades.
Gabriela y Valeria estaban muy comprometidas con el proyecto y decidieron seguir sin dejar de estudiar. Actualmente están en la fase final de la carrera de administración de negocios.
Por supuesto que les resulta complicado, pues llevan el bloque de materias completo.
El siguiente paso que dieron fue asesorarse con el Departamento de Vinculación del TEC en aspectos de protección de marca, factura electrónica y formalización del negocio.
El lápiz es completamente artesanal, hecho a mano en Costa Rica.
La señora tenía un contacto que importaba madera desde Estados Unidos de bosques responsables, certificados por su manejo de las siembras.
En Costa Rica buscaron, pero no había nadie que pudiera atender la demanda.
El grafito es convencional y también se importa.
La cápsula, que indica el nombre de las semillas, es biodegradable: cuando entra en contacto con el agua o con tierra mojada se deshace y deja las semillas en la tierra.
Las semillas las adquieren a una pequeña empresa de producción orgánica, ubicada en Cartago, y las etiquetas son de papel de banano que adquieren a otra pequeña empresa.
Todo el producto lo ensamblan ellas, pero la abuelita de Valeria le contó a sus compañeras y compañeros del grupo de la tercera edad, de un centro diurno de personas mayores de Cartago, que les ayudan y así se ganan algo de ingresos.
Desde agosto del 2018 empezaron a comercializar en varios puntos en San José, San Pedro, Barrio Otoya, Cartago y en zonas turísticas de Puntarenas y Guanacaste.
También venden a través de sus redes sociales en Facebook e Instagram desde ¢1.500. Las entregas se realizan mediante Correos de Costa Rica y en forma directa en Cartago.
Si se personaliza con el logo de una empresa el costo es de ¢1.800 y para turistas, por costos, el precio llega a los ¢2.500.
En todos los casos son tiendas de productos amigables con el ambiente y de diseño nacional. El producto tiene mucha aceptación entre turistas.
“Ahí es donde hemos tenido más éxito”, recalca Gabriela.
También recibieron pedidos de instituciones y bancos, que les realizaron compras: los bancos Promerica y Popular, las universidades de Costa Rica y de la Paz, y el Banco Interamericano de Desarrollo.
En Promerica el lápiz personalizado se lo entregaban a clientes del banco y eso ayudó a que acercaran otras empresas.
Con la emergencia causada por el coronavirus las ventas cayeron, pues no hay turismo y las tiendas cerraron.
El éxito del producto, el apoyo recibido y su propósito (“No es un lápiz convencional”, recalca Gabriela. “El propósito es que las personas inicien su propia huerta”) las anima.
Ahora planean ampliar la línea de productos. “Son sorpresa. Son productos amigables con el ambiente”, dice Gabriela.
En estas semanas ya han recibido solicitudes de cotizaciones (“Pocas, pero sí hemos recibido”), lo que es un gran aliciente para Valeria y para Gabriela.
“La idea es seguir con la empresa”, afirma Gabriela. “Nos vemos creciendo, porque sabemos que es un producto con mucho potencial y que a la gente les gusta porque es diferente, que es artesanal y hecho en Costa Rica”.