Danny Ramírez, socio fundador de El Tigre Waterfalls, visitaba la finca y los atractivos naturales que se conservan — a veinte minutos de Monteverde donde el emprendimiento ofrece un canopy en bicicleta— cuando tenía diez años.
Junto a una rica vegetación, ahí se encuentran cuatro cascadas de cuarenta o cincuenta metros y más de diez cataratas menores. “Es una zona muy remota”, dice Danny. “Solo se podía llegar a caballo o caminando, en esa época. Íbamos por diversión.
El padre y tíos de Danny exploraron esa zona en busca de oro hace treinta y cinco años. La finca es de una familia campesina que más recientemente, hace década y media, crearon un tour para turistas, pero siguió dedicada a la ganadería pues no se lograba un flujo importante de visitantes para hacerlo rentable. Pero en sociedad con Danny y otros dos socios, la situación empezó a cambiar.
Danny creció en la zona, propiamente de la localidad llamada Cabecera y perteneciente al cantón de Tilarán, a diez minutos de Monteverde. Estudió primaria ahí y luego la secundaria en el Liceo Maurilio Alvarado Vargas, ese cantón guanacasteco. Luego se vino al Valle Central para estudiar ingeniería en sistemas y más tarde una maestría en mercadeo y finanzas, ambas carreras en el Instituto Tecnológico de Costa Rica. Lo suyo es emprender.
Creó el servicio de entregas de comida Eats On, pero lo cerró en setiembre de 2018 debido a la agresiva competencia en el mercado de delivery, que empezada en esa época a expandirse localmente con firmas como Uber Eats y Glovo. Además, esn esa época los consumidores apenas empezaban a conocer este tipo de servicios. Danny volvió a Monterrey.
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Fundó Total Delivery, una aplicación para empresas y emprendedores que desean contar con su propio servicio de entregas, alquilando o comprando la plataforma, reclutando negocios y contratando su propio personal. También puede servir para cadenas que tienen varios puntos de venta en el país.
Al regresar creó el restaurante Tree House y se encontró con una amiga de la infancia, Heidy Pérez, quien es psicóloga y trabajaba en turismo en Monterrey, dirigiendo restaurantes y en la cámara local.
Junto con Raúl Fernández, un colaborador de la cámara de turismo y especialista en mercadeo, Heidy y Danny analizaron la posibilidad de un proyecto en la finca que visitaban tiempo atrás.
Ponerse de acuerdo no fue difícil. Primero porque la familia dueña de la finca eran conocidos y ya habían intentado sacarle provecho turístico a la riqueza natural que conserva la finca y que caracteriza la zona.
Monteverde, con sus condiciones climatológicas y geográficas, alberga alrededor del 50% de la biodiversidad de Costa Rica, lo cual genera una intensa actividad turística que se combina con los esfuerzos locales de conservación
El Tigre Waterfalls empezó en octubre de 2018 con una primera versión de un tour y fue ampliando iniciativas poco a poco. No fue fácil, porque las personas tenían que hacer el trayecto caminando para llegar hasta el lugar. Los propietarios de la finca aportaban el servicio de traslado en caballo para el tour. La pandemia fue un paréntesis que les sirvió para replantear el proyecto.
Aunque no se sabía cuándo, en algún momento el turismo iba a volver a empezar. Entonces llegaron a un acuerdo: Danny, Heidy, Raúl y los propietarios de la finca formaron en 2020 una sociedad que arrienda la finca. Cada parte aporta lo suyo.
Danny destaca que la combinación de una familia campesina, que tiene propiedades con atractivos turísticos, se complementa con socios que —bajo un acuerdo legal y formal con responsabilidades y beneficios claros para las partes— tienen competencias en los negocios. “Es una empresa familiar que se maneja como una corporación, con todas las prácticas empresariales”, dice él.
El nombre del emprendimiento se toma de la costumbre de los vecinos de llamar tigre al jaguar, habitual en la zona. Actualmente se coloca un collar en las vacas y los caballos que emite luces y sonidos cuando se asustan, lo cual espanta a los felinos y así se evita que ataquen al ganado de la finca.
El proyecto destina fondos para la protección de los felinos junto con el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) y la Fundación Pantera. El emprendimiento trabaja en la conservación de las especies naturales y destina el 80% de la finca a zonas de reforestación y prácticas sostenibles como el uso de productos biodegradables y paneles solares. Además avanza para obtener la Bandera Azul, que se unirá a otros distintivos: la declaración turística, la certificación Pymes y la Marca País.
El tour dura tres horas por un sendero que desciende a un cañón. Los visitantes pueden observar las cataratas, las aves, la fauna y la exuberante vegetación de un bosque nuboso, correspondiente a diferentes niveles térmicos pues se baja trescientos metros aproximadamente. También se cruzan varios puentes.
El retorno se hace caminando, a caballo o en un vehículo todoterreno estilo safari para concluir en un restaurante habilitado con una cocina de leña y tienda de souvenirs hechos por artesanos y emprendimientos de Monteverde. Ahí el visitante se encuentra con un panorama paradisíaco.
Se ven las montañas de la llamada Cordillera de Tilarán (que forman parte del área de conservación Arenal), los cuatro volcanes (Arenal, Tenorio, Miravalles y Rincón de La Vieja), el Lago Arenal y, cuando el clima lo permite, el Lago de Nicaragua. Danny destaca que, desde ahí, el volcán Arenal se ve desde una perspectiva muy diferente a la que tradicionalmente se observa, lleno de vegetación.
Actualmente se puede llegar con vehículos de diferente tipo, incluso automóviles, y también se ofrece servicio de transporte desde el hotel donde se hospeda el turista. Los visitantes hacen una reservación con costos de $21 (sólo caminata para turistas nacionales) a $64 con retorno a caballo o vehículo todoterreno. Pero había que ofrecer algo distinto.
En Monteverde hay cinco canopys y la obligación es innovar. En octubre de 2021 se maduró la idea de un canopy con bicicleta y en abril pasado arrancó la construcción del Zipline Bike, que cubre unos cuatrocientos metros antes del final del tour.
Es una opción más rápida para terminar el paseo y disfrutar el extraordinario escenario natural. También es una forma de combinar la aventura extrema (es un recorrido de tres cables de 120 metros de longitud en promedio, suspendidos a una altura de 60 metros), alta dosis de adrenalina y una forma inolvidable de terminar el tour.
Quienes elijan terminar el tour en este canopy (tiene un costo de $30 por persona) van por turnos, pues se van trasladando de plataforma en plataforma, donde hay un guía que cuenta con experiencia, preparación y certificación para actividades de aventura.
Danny indica que se cuenta con seguros y permisos, se utiliza cable y equipos de seguridad certificados, así como arneses. Además, se cumple periódicamente con un procedimiento de chequeo de equipos y un equipo de mantenimiento que revisa la infraestructura constantemente y, en particular, tras un aguacero.
El tour es realizado entre cien y doscientas personas, de las cuales unas treinta realizan el canopy en bicicleta cada día. La perspectivas son positivas: el Instituto Nacional de Turismo (ICT) y el sector turístico plantean generar ingresos al país por $4.900 millones para el 2027, un aumento de más de 30% de los ingresos que se reportaron en el 2019. Para ese momento se esperan 3,8 millones de visitantes al país.
La idea es que, en el futuro, la mitad de los turistas que llegan a El Tigre Waterfalls se anime a realizarlo. “Es un cierre con broche de oro tras una caminata imponente por puentes de hamaca y senderos naturales”, dice Danny.