10.000 años de historia agrícola están resguardados en la “Bóveda del fin del mundo”, la cual alberga las semillas que son esenciales para la vida humana. Este centro de seguridad resiste a incendios, terremotos, actividad volcánica y radiación.
Básicamente su objetivo es preservar una “copia de seguridad” de las semillas del mundo. Así, ante una catástrofe natural, un conflicto armado, o inclusive por las consecuencias del cambio climático, la biodiversidad de los cultivos estará a salvo.
La “Bóveda del fin del mundo” o también conocida como el “Arca de Noé de las plantas” se ubica en la localidad de Svalbard, en Noruega, específicamente en el océano Glacial Ártico.
Actualmente hay más de un millón de muestras de semillas almacenadas, y más de 6.000 especies provenientes de 249 países.
Prácticamente toda la base de nuestra alimentación está protegida en la bóveda, de allí que sea considerado el banco más importante para la humanidad.
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El objetivo es que todas las semillas que ingresen se queden ahí durante cientos de años. Por esta razón es que los científicos que están a cargo del proyecto aplican rigurosas prácticas de conservación de especies vegetales en un entorno controlado para mantenerlas con vida.
No es un banco genético al cual los investigadores o interesados pueden recurrir, sino que está pensado para que los bancos genéticos nacionales o regionales guarden allí sus semillas para ser replicadas en caso de que se pierdan como consecuencia de catástrofes naturales o conflictos bélicos. Funciona como la caja de seguridad. Un ejemplo de ello es Siria que ya acudió a recuperar sus semillas.
Debido al conflicto en esta nación, en 2015, el Centro Internacional de Investigación Agrícola en las Zonas Secas en Alepo, se convirtió en el primer banco genético en recuperar sus semillas que ya habían depositado en la Bóveda de Svalbard.
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Este banco es operada por NorGen (Centro Nórdico de Recursos Genéticos) en cooperación con el Ministerio de Agricultura y Alimentación de Noruega, la organización internacional Global Crop Diversity Trust y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Semillas de Costa Rica también están resguardadas
Costa Rica ya envió muestras de semillas de ayote, maíz, frijoles, tomate, papa y arroz silvestre a la “Bóveda del fin del mundo”.
Desde el 2015, la Universidad de Costa Rica (UCR) y el Ministerio de Agricultura y Alimentación de Noruega mantienen un acuerdo para el depósito y almacenamiento de semillas por un periodo de 20 años. De este modo, Costa Rica mantiene su soberanía sobre sus semillas y, solamente, la UCR como depositante es el único organismo que puede sacarlas, según explicó el investigador Allan Meneses.
El material que se guarda en la bóveda posee características de alto valor nutricional y tolerancia a enfermedades. Lo cual quiere decir que puede utilizarse en procesos de mejoramiento genético para enfrentar los desafíos de la agricultura en medio del cambio climático.
Inicios del proyecto
En 1984 se inauguró el Banco Genético Nórdico con semillas de plantas escandinavas conservadas en una mina en desuso. Debido a la incertidumbre sobre lo que sucedería con los recursos genéticos, no era posible que el banco fuera internacional; pero con la entrada en vigor del Tratado Internacional de Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, en 2004, se logró el objetivo.
Noruega tomó la iniciativa de construir el banco con un costo de aproximadamente $9 millones y fue inaugurado en febrero de 2008, según información de la embajada de Noruega en Argentina.
La bóveda tiene una temperatura artificial de 18 grados bajo cero, pero en caso de corte eléctrico, la temperatura natural es de entre 3 y 5 grados bajo cero, lo que permitiría continuar conservando las semillas congeladas. La bóveda tiene capacidad para albergar 4,5 millones de semillas.