La agenda de Palm ya era famosa en la era en que predominaba BlackBerry. A la firma impulsada por 3Com, se le ocurrió crear una agenda con wifi para navegar en Internet y otra aparte con telefonía celular. HTC las unificó y empezó a avanzar en el mercado. Apple lanzó el iPhone y arrasó con las tres firmas.
Jonathan Bendor, profesor de la Universidad deStanford, dice que ahí no faltaba creatividad. Tampoco en Xerox en los 70, cuyo laboratorio creó la computadora personal y la impresora láser.
Faltaba la crítica. Tanto horror se le tiene, que se piensa que la creatividad y la crítica son incompatibles. A los críticos no se les quiere y el sentido común manda a rehuir a “los negativos”. Bendor habla de “crítica constructiva”.
En realidad, dice el académico, la creatividad y la crítica son el yin y el yang (los dos principios chinos) en los procesos de innovación.
Dos errores De la inversión en investigación y desarrollo surgen numerosas ideas. Pero si no hay crítica se corre el riesgo de aceptar las malas y eliminar las buenas. El otro error, si la empresa es inflexible, es que se rechace todas las nuevas ideas.
Si bien se debe tener mente abierta, usar matrices de valoración y sistemas de puntuación, donde cada idea se clasifica según su valor técnico y el potencial de mercado, es necesario antes que el filtro de los egos triture todas las sugerencias.
La creatividad y la crítica no solo sirven a las empresas de las industrias avanzadas, que son las creadoras de los mayores avances. También son clave para las industrias que son consumidoras de las nuevas tecnologías.
De hecho, las firmas que son el símbolo de los nuevos negocios –como Netflix, Uber o Airbnb– no inventaron ninguna tecnología. Solo la aprovechan, después de ver (criticar) lo que otros no hacían: Blockbuster, taxistas y hoteles. Y ya sabemos lo que le pasó a Blockbuster o los líos que enfrentan los otros sectores para responder a las nuevas demandas de un nuevo tipo de consumidores.