La pobreza de tiempo puede definirse como el sentimiento crónico de tener demasiadas cosas que hacer y poco tiempo para hacerlas. Una alta proporción de las personas admiten que “nunca tienen suficiente tiempo”. Este pareciera ser un fenómeno creciente, asociado principalmente a la modernidad. Un problema que lastimosamente pasa desapercibido.
Algunos factores responsables del aumento de la pobreza de tiempo incluyen el acelerado ritmo de la vida actual; adicción a Internet y redes sociales; surgimiento de la cultura de trabajo 24/7; poca estabilidad laboral; la exigencia de realizar más en menos tiempo; subvaloración del tiempo perdido; falsa asociación entre largas jornadas y productividad; mala planificación y exceso de tiempos muertos; exceso de actividades administrativas insustanciales; desproporcionada autoexigencia y autoexplotación; fragmentación del tiempo e interrupción de tareas; afán de éxito; exceso de burocracia, y largos tiempos de movilización.
La pobreza de tiempo reduce el bienestar, desempeño laboral, creatividad y satisfacción con la vida. Se asocia con problemas de salud, depresión, ansiedad, sentimientos de culpabilidad, frustración, y síndrome de burnout.
Pero quizás el mayor problema es que durante décadas los gobiernos se han centrado en aumentar la prosperidad material. Y lo han logrado. Sin embargo, la riqueza material no se ha traducido en abundancia de tiempo.
El bienestar de las personas no debe estar en función de los ingresos o la capacidad de consumo solamente, sino también en función de la disponibilidad y soberanía del tiempo propio. Es decir, la pobreza de tiempo puede ser tan importante como la pobreza material en la configuración del bienestar humano.
Los gobiernos destinan grandes cantidades de recursos para aliviar la pobreza material, mientras ignoran la pobreza de tiempo. Parte de esos recursos podrían dedicarse a comprender y atender este fenómeno. La reducción de la pobreza de tiempo permitiría a las personas atender mejor su salud, trabajo, familias y comunidades. Incluso, podría ser un camino para reducir la pobreza material.
Este es un tema que debe tomarse más en serio a nivel individual, familiar y social. Implica romper paradigmas. Implica fijarse como objetivo el bienestar, más allá de la prosperidad material, y concebir al tiempo, en cantidad y calidad, como un factor fundamental para alcanzarlo.