La condena a Elizabeth Holmes, fundadora de la empresa de biotecnología estadounidense Theranos, causa preocupación entre los empresarios de Silicon Valley, debido al riesgo de que las promesas incumplidas sean en adelante pasibles de penas de cárcel, apuntan analistas.
Pero, agregan, la cultura del engaño no va a desaparecer tan pronto en el sector de la tecnología, con inversores que buscan la gran oportunidad en una industria que mueve miles de millones de dólares.
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“Cualquier fundador de una ‘startup’ que cree que su tecnología no está lista pero tenía fe en que lo estaría en algún momento, debe estar muy nervioso”, comentó Aron Solomon, principal analista legal de Esquire Digital, una firma de mercadeo para abogados.
"Apuesto que muchos fundadores de empresas (...) vieron el juicio y pensaron que probablemente hicieron algunas de las mismas cosas que Elizabeth Holmes", agregó.
Holmes, de 37 años, fue declarada culpable de fraude por mentir a los inversionistas sobre un aparato de análisis de sangre que, según ella, transformaría esa industria y los haría inmensamente ricos.
La empresaria caída en desgracia aseguró que estaba desarrollando un aparato que podía diagnosticar varias enfermedades con unas pocas gotas de sangre, lo cual permitiría acelerar el tratamiento de pacientes con cáncer o VIH.
Las pruebas debían mucho más rápidas y baratas que las usadas actualmente por los laboratorios.
El proyecto recibió cientos de millones de dólares de inversores que lo veían como un próximo Apple o Google.
Solo que no lo fue.
El juicio contra Holmes puso en evidencia la tenue línea entre la osadía y el engaño que algunos dicen que caracteriza a Silicon Valley.
Fundadores de emprendimientos tienen que vender visiones de un gran éxito para obtener respaldo, explicó Solomon.
A menudo hablan en tiempo presente sobre cosas que esperan tener en el futuro si hubiera suficiente tiempo y dinero.
"Siempre estás fingiendo, estás tratando de que tu producto sea mejor y mejor al repetirlo constantemente", agregó Solomon.
Holmes declaró en su juicio que una nueva generación de su máquina de pruebas de sangre, que estaría cerca de ser concluida, habría cumplido como se esperaba.
El problema con el modelo se produce cuando, como en el caso de Holmes, la promesa de éxito es una quimera, según el analista Patrick Moorhead.
"Hay una diferencia entre presentar una idea audaz y mentir a los inversionistas", indicó. "Creo que eso es lo que vimos aquí".
Silicon Valley tiene un largo historial de convertir en millonarios a gente que abandonó los estudios pero consiguió desarrollar una buena idea.
Titanes del capitalismo moderno, de Bill Gates (Microsoft) a Jeff Bezos (Amazon) o Larry Page (Google) hasta, quizás el más famoso de todos, Steve Jobs (Apple), se enriquecieron con una idea.
Pero por cada Jobs hay cientos cuya idea brillante termina en nada.
Inversionistas de riesgo que buscan multiplicar su capital suelen escuchar decenas de propuestas de estas personas.
Con tanto dinero en juego, estirar la verdad es un modo de vida para muchos en el sector de las startup.
"Todo probablemente siga igual" después del juicio, anticipa Wesley Chan, de Felicis Ventures.
"Todo el mundo mira a Elizabeth Holmes como la excepción, no la norma, pero en realidad este comportamiento es común en nuestro negocio", asegura.
Paddy Cosgrave, fundador y presidente de Web Summit, coincidió en que siempre habrá gente tratando de romper los límites, pero insistió en que esa es la excepción.
Con tantas empresas, algunas incurren en ilegalidades, "pero no creo que sea una cuestión cultural. No creo que el sector tecnológico esté podrido", sostiene.
Kristin Carey, de la startup Extended Reality Group, dijo que las empresas nuevas posiblemente tengan que responder más preguntas de los inversionistas tras el juicio de Holmes, pero advirtió que eso no es necesariamente positivo.
Quizás, sugirió, lo que necesitan es libertad para impulsar su idea.
“Si alguno de los fundadores de las actuales empresas exitosas hubieran tenido este escrutinio, ¿estarían aquí?”, cuestionó.