Intensidad del sangrado, dolores, emociones, líbido. Marion, de 26 años, forma parte de los millones de mujeres en el mundo que utiliza una aplicación de seguimiento del ciclo menstrual, un mercado floreciente que genera muchos interrogantes, en particular, sobre la protección de la intimidad.
"Si tengo una caída ánimo o una gran sensibilidad, abro (la aplicación) y voy a ver rápidamente si se debe a mi ciclo", explica Marion.
La “MenstruTech” es el nombre que la periodista francesa Lucie Ronfaut le ha dado a esta rama de la más amplia “FemTech”, el mercado de los servicios tecnológicos vinculados a la salud de las mujeres que podría generar $50.000 millones en 2025, según la agencia Frost & Sullivan.
Algo que no han dejado pasar por alto inversores como Max Levchin, uno de los cofundadores de PayPal, que lanzó la aplicación Glow.
Cuando Apple sacó su aplicación Salud (Health) en 2014, no estaba previsto el seguimiento de la regla. Fue integrado un año más tarde. Y desde entonces, las aplicaciones han florecido.
Algunas proponen sobre todo un calendario; otras registran la temperatura u observaciones fisiológicas como las secreciones vaginales.
El diseño varía, a veces más rosa, otras más sobrio. Al igual que los modelos económicos, que van desde el abono hasta la monetización de los datos recabados en condiciones más o menos transparentes, y que responde a la conocida máxima del mundo digital: "Si es gratuito, el producto eres tú".
Clue, la start-up berlinesa lanzada en 2013, reivindica un enfoque ético: aplicación de base gratuita con un modelo de pago, que en vez de vender los datos a anunciantes, propone la colaboración con universidades.
Dicha aplicación dice que cuenta más de 12 millones de usuarias, que "tienden a valorar la imagen científica de la aplicación", explica Marion Coville, socióloga y profesora de la IAE de Poitiers, en el oeste de Francia.
Pero "hay riesgos de que la investigación (que hacen posible estos datos) se concentre en las mujeres entre 18 y 35 años que vienen sobre todo de países" económicamente desarrollados, perfil promedio de las usuarias de estas aplicaciones.
Información sensible
Agathe Fontenelle, de 22 años, estudiante de derecho de la salud en Montpellier (sur), utiliza la aplicación salud de Apple.
"Que alguien sepa que voy a tener la regla, no me molesta", dice. "Pero no voy a colocar mi actividad sexual ni mi deseo de tener un hijo (...) es demasiado intrusismo".
Otras aplicaciones estrella dicen poder ayudar a procrear o a controlar la fecundidad, lo que causa escepticismo en los profesionales sanitarios.
La Agencia Sueca del Medicamento, alertada por usuarias escaldadas con la aplicación "Natural Cycles", ha exigido que se precise mejor "el riesgo de embarazo no deseado en el modo de empleo".
Un estudio de médicos alemanes realizado en 2018 a 12 aplicaciones que prometían ayudar a quedarse embarazada estima que la gran mayoría no son "verosímiles".
"Es un mercado más bien propicio, las embarazadas son consumidoras: productos para bebés, para el embarazo...", explica Lucie Ronfaut.
Investigaciones de la prensa, del Washington Post o del Wall Street Journal, han acusado a algunas aplicaciones de vender información de las usuarias con fines publicitarios, o incluso ¡han llegado a venderla a los empleadores!
ONG como Privacy International o el colectivo brasileño Coding Rights critican la complejidad e incluso la opacidad de la política de confidencialidad de estas aplicaciones.
"Los datos de salud son los más sensibles. Cabría esperar que sean tratados con cuidado especial, pero no, son compartidos con Facebook", dice Privacy International, que pone como ejemplo la aplicación Maya, con 5 millones de descargas.
"Si terceros no autorizados acceden a nuestros datos de salud podrían rechazarnos un préstamo, la evolución en el plano profesional. Los riesgos de discriminación aumentan", alerta Nathalie Devillier, profesora de derecho digital en la Grenoble Ecole de Management.
El Reglamento General sobre la Protección de Datos (RGPD), en vigor en Europa, exige el consentimiento explícito del usuario. Pero en la realidad, un clic en las condiciones generales de utilización puede bastar, sin que las usuarias tengan “conciencia del riesgo que corren, ya que, lo que quieren, es entrar en el servicio rápidamente”, explica.