Ciencia, tecnología e innovación suelen ser palabras que se escriben y pronuncian juntas, como si fueran trillizas que han nacido y crecen al unísono, pero en la realidad esto no sucede tal cual. Cada uno de esos campos, aunque se mezclan e inciden en los otros, tiene su propia historia, sus teorías, sus agentes, metas e indicadores de evaluación. Cada uno debe ser comprendido, apropiado e incentivado por toda la población para que se desarrolle y luego incida en el bienestar de la sociedad.
La innovación en Costa Rica tiene larga tradición, pero es hasta mayo del 2021, mediante la ley 9971, que se añade la palabra “innovación” al nombre del ente rector (el actual Ministerio de Ciencia, Innovación, Tecnología y Telecomunicaciones- MICITT). No es casualidad que en ese mismo año Costa Rica se incorporara a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) como su miembro número 38. Con esta integración el país asumió varios compromisos internacionales -entre ellos-, el fortalecer sus indicadores ligados a innovación.
El país sistemáticamente ha diagnosticado el qué tenemos en innovación y hacia dónde queremos ir. Un antecedente importante fue un mapeo del sistema de innovación nacional mediante el llamado Atlas para la Innovación en Costa Rica, que publicó el Micitt en 2007 y que tuvo otras versiones con el pasar de los años. En esta primera publicación se mencionaban varias limitaciones importantes: la ausencia de visiones estratégicas y sistémicas; la limitación en las oportunidades para innovar; la carencia de sistemas de apoyo financiero; el deficiente desempeño sistémico de actores y roles, y escaso capital humano relacionado con el emprendimiento y la innovación.

Aunque Costa Rica ha implementado nuevas políticas, planes y mecanismos de incentivo a la innovación, no han sido suficientes. El ranking Global Innovation Index (GII) elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, muestra porcentajes en decrecimiento en los últimos cinco años y advierte que para la mayoría de los indicadores de innovación las tasas generales de penetración siguen siendo entre medias y bajas, que las solicitudes internacionales de patentes se estancaron, que se evidencia una desaceleración en la financiación de la innovación, que la informática sigue siendo sólida, y que hay avances potentes en tecnología de la información (mejor acceso a servicios sanitarios seguros y a conectividad), salud, movilidad (adopción de vehículos eléctricos y mayor automatización) y energía.
Este panorama indica la necesidad de robustecer los ecosistemas de innovación nacionales y sus nexos con entornos y agentes internacionales, junto al fomento de cultura de innovación dirigida a la población, y no solo a empresas y a academia. Y es que las mediciones en el campo de la innovación no enfatizan en indicadores que evalúen la calidad de la información pública en innovación, la relación innovación-sociedad o la cultura de innovación, aunque consideran el aporte intangible de las marcas, el del mercado mediático y de entretenimiento, y la participación pública mediante tecnologías.
La adecuada y oportuna gestión de la comunicación y la información pública es clave. La información pública sobre innovación que llega a la población incide en la representación y opinión pública sobre el campo y sobre la forma de comprender el emprendimiento, los inventos, las ideas, productos y servicios innovadores, o las transformaciones en los procesos. Así expuesto, la innovación atraviesa la política pública actual en ciencia, tecnología, economía, exportación y educación, pero, ¿cuánto le hablamos a la población sobre ella para que sea comprendida y apropiada?
¿Qué se entiende por innovación?
Según la OCDE la innovación es la introducción de bien o servicio nuevo o significativamente mejorado, pero también de un proceso, un nuevo método de comercialización o un nuevo método organizativo. Para ser considerada una innovación, esta debe ser efectivamente utilizada, que esté en el mercado o a disposición de usuarios. Allí radica la diferencia con la invención o con una idea innovadora.
Partiendo de ese concepto, la innovación se puede dividir en dos grandes categorías. Por un lado, está la innovación radical o disruptiva que agrupa a los nuevos bienes o servicios introducidos en el mercado, que aplica nuevos métodos de producción o transporte/distribución, que abre nuevos mercados de productos, que genera nuevas fuentes de materias primas o cambia la organización de la producción de bienes o prestación de servicios. Por otro lado, aparece la innovación incremental, que se produce por sucesivas acumulaciones de nuevos conocimientos en el diseño y funcionalidades de bienes, en los procesos de producción o en la prestación de servicios. Otros autores reconocen también una innovación de eficiencia, aludiendo a aquella que desea tener más resultados con menos inversión de recursos o de tiempo.
Los párrafos anteriores guían inevitablemente a ligar el concepto de innovación con el sector productivo, y los indicadores mencionan que es más probable que esté tejida con empresas grandes con mayores recursos para invertir en su generación, capacitación y en los cambios necesarios. Todo ello hace que la verdadera apropiación de la innovación esté alejada de la cotidianidad de la población, y se reduzca a ser sinónimo de “algo nuevo”.
Para fomentar la innovación es necesario un contexto favorable para su uso o consumo, pero además es clave el poder conectar con la población, considerando como prioritarios los agentes sociales, pero no solamente en un rol de beneficiarios sino también de públicos afectados (por ejemplo, a quienes podrían perder su trabajo), o a involucrados (como los movimientos sociales en algún tema específico).
Tal como sucede en ciencia y tecnología, para poder dialogar con los públicos de la innovación, es necesario que exista un conocimiento previo y actitud favorable que hagan posible ese diálogo. Es allí donde también se debería contar con políticas y programas permanentes que brinden información pública clara y relevante sobre innovación a todos los segmentos sociales, junto a la comunicación estratégica como elemento clave.
¿Cuánta información se publica sobre innovación?
Hoy, la comunicación digital -y en especial las redes sociales-, son las más buscadas para consumir información, y es allí donde se construyen las grandes conversaciones. En el caso de las organizaciones, aprovechan la oportunidad de poder conectar directamente con los públicos, mediante acciones hacia lo externo (outbound) para facilitar los procesos de negocio en bienes y servicios, y para construcción de intangibles (como reputación y confianza); pero también con acciones hacia lo interno (inbound), que buscan recolectar insumos, estar presentes en diálogos públicos y adelantarse a demandas o coyunturas.
Para analizar cuánta información circula sobre innovación en las redes sociales en Costa Rica, un estudio del Centro de Investigación en Comunicación de la Universidad de Costa Rica, llevado a cabo entre 2022 y 2024, analizó 18 perfiles en Facebook de organizaciones del Sistema Nacional de CTI y 14 medios de prensa de cobertura nacional. Adicionalmente, se recopilaron opiniones de 50 profesionales en gestión de la innovación para valorar el rol de sus organizaciones en la divulgación de información sobre innovación.
El estudio revela que la comunicación sobre innovación en Costa Rica se genera de manera desarticulada, sin una estrategia clara como sistema que promueva una cultura de innovación para la población no especializada. Aunque algunas organizaciones refieren el uso de formatos audiovisuales en plataformas digitales como Instagram y TikTok, estos contenidos están mayormente orientados a audiencias empresariales, que es el público meta mayoritario.
En ese sentido, un 90% del grupo de gestores de innovación consultado menciona que las políticas de incentivo a la innovación en Costa Rica no son suficientes para fomentar culturas de innovación en todo el país y, aunque los entes se interesan en dar a conocer la innovación, la información no es suficiente y se necesita mejorar la capacitación asociada.

En el caso de los entes gubernamentales, alrededor del 95% de publicaciones mostraron reuniones de sus autoridades, suscripción de convenios, convocatorias, concursos, apertura de fondos, invitaciones a ferias o exposiciones y capacitaciones, y solo un 5% detallaban proyectos de innovación o casos de éxito. Resultado similar obtuvieron las cámaras empresariales y las universidades, con la salvedad de que las universidades públicas registran más reseñas de casos publicados. Estos datos indican que el objetivo más presente de organizaciones es la construcción de su reputación y no el conocimiento social sobre innovación.
Caso contrario son los medios de comunicación, que publicaron la mayor cantidad de casos sobre innovación y obtuvieron mejores resultados: de las veinte publicaciones con mayor interacción, trece de ellas provienen de los medios de información comerciales del país. Aun así, la mayoría de la cobertura mediática en innovación fue de actualidad, bajo el género informativo (noticias), cortas, con solo dos noticias históricas y pocas sobre los obstáculos o sobre el rezago en los indicadores nacionales de innovación.
Los datos recolectados evidencian que la innovación tecnológica prevalece sobre otros tipos de innovación, como la social o la comunitaria. En esta dimensión tecnológica, sobresalen los esfuerzos en digitalización, las políticas hacia el fortalecimiento de la ciberseguridad, el auge de procesos en la nube, la creación de nuevos equipos y dispositivos en la industria médica, el mercado del entretenimiento y la creciente aceleración de la inteligencia artificial.
No se obtuvo algún registro de divulgación sobre innovación social, ni tampoco la presencia del empoderamiento de comunidades que innovan o de poblaciones vulnerables como generadoras de innovación. Aunado a lo anterior, las personas beneficiarias de la innovación no tuvieron voz activa, por lo tanto, se incluían como colectivo anónimo, especialmente en empresas.
La cultura de la innovación no puede provenir solo de la educación formal (educación primaria, secundaria y universitaria) o continua (congresos, cursos, capacitaciones), sino también de consumo incidental en redes sociales, del entretenimiento y de las conversaciones diarias.
El emprendimiento y la creatividad, junto a las políticas de apoyo a pequeñas y medianas empresas (PYMES), son otros conceptos que se asocian recurrentemente con innovación, junto a la transformación y el cambio. La innovación además necesita de aliados y trabajo conjunto entre sectores, por lo que la cooperación, y las alianzas son parte de esta representación creada con la información pública. Por último, en Costa Rica la innovación también se asocia con el cuidado del planeta y el entorno natural.
Con respecto al estilo de comunicación en las organizaciones, primó el outbound, donde se buscar construir reputación sobre productos, marcas u organizaciones y lograr la buena voluntad de las audiencias. Una deuda es el estilo inbound: se detectaron pocas oportunidades para que el público participe, relegadas a invitaciones a congresos o conferencias.
El reto que subsiste
La cultura social de innovación es clave para impulsar el desarrollo del país, ya que promueve la creatividad, el diálogo y la participación de la sociedad (co-creación) en la búsqueda de nuevas soluciones. La comunicación -como parte inherente- tiene que ser potenciada para el logro de las sinergias del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación de Costa Rica; y la relación innovación-sociedad debe estrecharse para impulsar a la ciudadanía como agente de innovación dentro de ese sistema.
En un contexto en el cual los medios tradicionales de información han perdido audiencia y donde la cobertura periodística especializada también tiene menos espacios para desarrollar contenidos, se vuelve aún más necesario que las organizaciones ofrezcan a la sociedad información periódica y responsable que permita su incorporación a las discusiones públicas y que sean insumo de su toma de decisiones.
Este mismo declive hace más necesaria la visión del periodismo como ciencia social, la profesionalización del periodismo especializado y la presencia de medios de comunicación que defiendan la pluralidad de contenidos, enfoque y voces.
Aunque la innovación está muy presente en los discursos públicos, la realidad es que la cobertura mediática y la divulgación organizacional no es suficiente para comprender qué es la innovación; tan escasa que crea la duda de cuánto efecto tiene la divulgación actual como aliada en el fomento de una cultura de innovación generalizada.
La cultura de la innovación no puede provenir solo de la educación formal (educación primaria, secundaria y universitaria) o continua (congresos, cursos, capacitaciones), sino también de consumo incidental en redes sociales, del entretenimiento y de las conversaciones diarias. Se debe reforzar la comunicación de la innovación que se realiza desde los centros e instituciones de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología: contemplar el impulso a la formación teórico-metodológica en las audiencias, incluir el rol de la mujer en la innovación, permitir el involucramiento de distintos sectores y comunidades y, con todo ello, propiciar ese fortalecimiento deseado de las culturas de la innovación.
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Margoth Mena es Doctora en Comunicación, investigadora en el Centro de Investigación en Comunicación de la Universidad de Costa Rica.