Los terremotos siguen intrigando a la ciencia. Aunque se ha avanzado lo suficiente para entender por qué y cómo suceden, todavía está pendiente cumplir un deseo de los científicos: predecir cuándo sucederán.
Marino Protti y Lepolt Linkimer son dos científicos costarricenses con amplia trayectoria en sismología que coinciden en un punto, los dos aseguran que la predicción de un sismo será posible más pronto que tarde.
La ciencia está desplegando diversa tecnología y sistemas que permiten capturar todos los datos posibles para tener una imagen más amplia del funcionamiento de los sismos. Costa Rica tiene varias ventajas para ser un laboratorio de predicción sísmica y, actualmente, los científicos nacionales tienen sus ojos puestos en la península de Osa.
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Las claves de la predicción
La predicción de sismos tiene tres grandes claves a las que se debe dar respuesta: dónde sucederá, qué tan fuerte será y cuándo. Hasta el momento, las dos primeras cuestiones se pueden calcular y es cuando se llama una anticipación.
Esto ya se ha hecho en Costa Rica. Los científicos sabían desde varios años antes que iba a ocurrir el terremoto de Nicoya (que terminó por producirse en el 2012), así como también esperan uno en Osa. La magnitud se puede deducir con base en el tamaño de la falla y otras características.
Sin embargo, dar una fecha precisa de cuándo ocurrirá un terremoto es lo que diferencia a la anticipación de la predicción, y es lo que sigue siendo un enigma.
“Para la predicción lo que se requiere es mucho tiempo, no es imposible”, aseguró Protti, investigador del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) de la Universidad Nacional.
Cuando los científicos hablan de tiempo se refieren a la comprensión de los ciclos sísmicos. Existen ciertas zonas del mundo, incluidas algunas en Costa Rica, en las que se sabe que suceden sismos de gran magnitud cada cierta cantidad de años. No son años exactos, pero sí periodos de tiempo más o menos similares, que es lo que ha permitido la anticipación.
Contar con un lapso de varios cientos de años de estudio, sumado a una robusta instrumentalización localizada en el territorio, permitiría predecir un sismo con más precisión. Se trata de intervalos de tiempo que pueden parecer extensos para cualquier humano, pero en tiempos geológicos son apenas una fracción.
Protti mencionó que, si los instrumentos y el conocimiento sobre el tema hubieran existido desde hace unos 200 años, hoy sería posible acercarse a una predicción.
Lo anterior deja ver una posible limitación de la predicción. Los científicos podrán determinar cuándo sucederá un sismo grande solo en zonas con características especiales: donde ocurran estos fenómenos en periodos relativamente cortos, unas decenas de años, por ejemplo, y donde se pueda colocar instrumentos de monitoreo cerca de la falla. Esas condiciones dejan recabar más datos que facilitarán la predicción.
Por el contrario, en fallas locales más pequeñas que generan sismos cada cientos o miles de años, predecir un movimiento telúrico es casi imposible. También será difícil hacerlo cuando se ubiquen bajo el océano lejos de la costa, pues no existirá monitoreo terrestre que capte los datos.
“Soy de las personas que cree que la predicción será posible en algún momento”.
— Lepolt Linkimer, investigador de la RSN.
Aunque, hasta el momento, ningún sismo se ha logrado predecir con exactitud, en la literatura científica existe un caso que divide opiniones de los especialistas. En 1975 un terremoto afectó la ciudad de Haicheng, en China, un país acostumbrado a estos fenómenos y que cuenta con un registro histórico de cientos de años.
Previo al terremoto, se había presentado un conjunto de sismos menores y se observaron otros cambios como ciertos comportamientos de animales. Finalmente, se evacuó la ciudad y el terremoto de 7,5 en la escala de Richter sucedió. Aunque murieron decenas de personas, la cifra habría sido mayor sin la evacuación.
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No obstante, no existe consenso en la comunidad científica para considerar este caso como una predicción. Protti prefirió reservar su criterio, mientras que Linkimer, investigador de la Red Sismológica Nacional (RSN) de la Universidad de Costa Rica (UCR), afirmó que ninguna observación es contundente y lo achacó más a una coincidencia y a la prevención de las autoridades chinas.
Actualmente hay sitios que están altamente instrumentalizados y están siendo algo así como laboratorios de la predicción sísmica mundial. Por ejemplo, la falla de San Andrés, en California, presenta sismos con cierta repetición; también Japón, país altamente sísmico y con una robusta red de monitoreo.
Además del tiempo, la tecnología es la gran aliada de los científicos en la sismología.
La tecnología se especializa
Los científicos están tratando de aprovechar todos los medios posibles para capturar la mayor cantidad de datos que permitan anticipar, y en el futuro predecir, un sismo. Hasta ahora la red terrestre ha sido lo más desarrollado, pero recientemente se está incluyendo tecnología satelital y submarina. Además, la inteligencia artificial está acelerando este proceso.
Según Linkimer, existen tres grandes áreas que han tenido avances. La primera son los estudios de amenaza sísmica que se basan en la estadística de sismos previos para calcular probabilidades de que otro vaya a suceder a futuro.
En Costa Rica este tema ha tenido amplios progresos y se han identificado tres zonas con mayor vulnerabilidad en los próximos 50 años. Esas son las penínsulas de Nicoya, Osa y Burica, todas en el Pacífico. La otra zona es el centro del país, que preocupa especialmente porque concentra a la mayoría de la población.
La segunda área son los sistemas de alerta temprana, que sirven para alertar sobre la ocurrencia de un sismo unos segundos o minutos antes. Este mecanismo funciona bien en lugares como la Ciudad de México, donde incluso suenan sirenas que avisan a la población que un sismo viene en camino.
En Costa Rica, tanto el Ovsicori como el Laboratorio de Ingeniería Sísmica de la UCR tienen sistemas de este tipo, incluso existe una aplicación móvil desarrollada por el Ovsicori con este fin. Sin embargo, esta modalidad funciona mejor en países de mayor tamaño donde las fuentes de los sismos están más distanciadas de los centros de población, lo que da más tiempo para alertar. En Costa Rica apenas se puede alertar unos segundos antes o a veces durante el propio movimiento.
El último punto es lo que llaman fenómenos premonitorios. Por ejemplo, se ha detectado que previo a un sismo fuerte se emite gas radón o cambia el comportamiento de algunos animales, pero ninguno de estos es lo suficientemente contundente.
La instrumentación a través de dispositivos llamados sismómetros es lo más importante para detectar movimientos de la tierra. Entre más completo sea el registro más datos pueden recogerse. El Ovsicori, por ejemplo, cuenta con 60 receptores tectónicos que tienen antena de GPS repartidos en todo el país.
“Costa Rica es uno de los países más densamente cubiertos por sismómetros del mundo. La tecnología ha favorecido la captura de los sismos, aunque sean más pequeños”, afirmó Linkimer.
La geodesia submarina está surgiendo como una nueva fuente de información sísmica. Esto se hace a través de sismógrafos de fondo oceánico (OBS, por sus siglas en inglés) con un dispositivo llamado transponder que emite una señal de sonido que se propaga en el mar y en superficie se recoge con un otro equipo que flota y tiene GPS, lo que posibilita geolocalizar el origen del movimiento.
En marzo de este año, el Ovsicori junto con la Universidad de California lanzarán al océano el primer sistema de este tipo en Costa Rica. Es un equipo geodésico que estará en el fondo del mar, frente a la península de Nicoya. Estará conectado a un surfeador de olas, parecido a una tabla de surf, que tiene antena GPS, paneles solares y un pequeño motor que se controla desde una computadora. Este estará flotando y almacenará los datos.
El proyecto incluye otro equipo similar en Nicaragua, lo que dejará comparar datos de dos zonas sísmicas que tienen características distintas.
También existen otros sensores que están en la superficie del agua que sirven para detectar tsunamis. Las principales redes están en los océanos Pacífico e Índico. En Costa Rica, el Sistema Nacional de Monitoreo de Tsunamis (Sinamot) de la UNA trabaja en este tema.
Además de esto, existe tecnología satelital con sensores remotos. Estos satélites toman imágenes de la superficie de la tierra a diario que muestran datos como cambios en el relieve, deformaciones de la topografía o hundimientos del terreno que dan información sobre posibles sismos o los resultados de uno que ya pasó.
Osa, el laboratorio en Costa Rica
Recordará que al inicio de este texto hablamos de zonas que tienen ciclos sísmicos, es decir, donde se ha identificado que se produce un temblor cada cierto tiempo. Osa es una de ellas.
Los científicos han determinado que en esa región ocurre un terremoto cada 40 años aproximadamente, con un margen de cinco años a menos o a más.
El último fenómeno allí fue el terremoto de Golfito de 1983, con una magnitud de 7,3. El lapso de 40 años se cumplió en 2023 y es por eso que los científicos están anticipando un movimiento similar en los próximos años, la gran cuestión es cuándo.
“Osa es un buen lugar en donde se instala una red, se monitorea por 100 o 150 años y se capturan unos tres ciclos sísmicos, puede comenzar a hacer predicción. Y va a ser posible”, afirmó Protti.
Otro ejemplo en el país es la península de Nicoya, donde se sabe que la repetición de terremotos de da en un ciclo mayor, de unos 50 años, con unos 10 años más o menos. El fenómeno del 2012 se dio 62 años después del registrado anteriormente.
Osa está captando el interés de los científicos costarricenses y extranjeros. La zona está ampliamente instrumentada y el corto periodo del ciclo sísmico hace que sea un lugar ideal para estudiar qué pasa luego de un terremoto hasta que sucede el siguiente.
Linkimer calmó al decir que no se trata de que el próximo gran terremoto de Costa Rica ocurrirá ahí, pues puede suceder en otra zona, pero de lo que sí hay certeza es que Osa experimentará un sismo de magnitud 7,2 o 7,4 pronto.