Han pasado casi 55 años desde que la misión Apolo 11 alcanzara la meta de realizar un aterrizaje lunar tripulado y regresar a la Tierra, marcando así un hecho inédito en la historia de la humanidad.
Ese hecho se dio en medio de las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, cuando potencias querían demostrar su poderío en diferentes ámbitos. Sin embargo, años después la fiebre lunar se enfrió y el único satélite terrestre dejó de recibir visitas humanas, las cuales se concentraron en la Estación Espacial Internacional (EEI).
Pero las cosas cambian. Nuevos intereses, más países con tecnología capaz de ir al espacio y la incursión del sector privado están volviendo a calentar los motores de una nueva “carrera lunar”.
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¿Cuáles son los nuevos intereses?
Son varias las razones concretas que impulsan esta nueva fase de la relación entre humanos y la Luna.
Uno de ellos es la necesidad de comprobar la tecnología que se ha desarrollado en los últimos años con la que se pretende ir a otros lugares más lejanos en el espacio. La Luna es, en principio, un ensayo para luego ir a Marte.
En esta arista, la tecnología se está concentrando en asegurar la sobrevivencia de los tripulantes, principalmente en la producción de agua y comida, para después dar paso a incógnitas sobre cómo construir, con qué materiales o hasta cómo cultivar.
“Esas son las claves en este momento: cómo asegurar que cuando se llegue a uno de estos nuevos destinos podamos estar con vida mientras se regresa”, comentó Leonora de Lemos, investigadora y coordinadora del Grupo de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Otro punto que concentra los esfuerzos de gobiernos, agencias y científicos es la minería en la Luna. Larga ha sido la investigación y el debate sobre la existencia de agua y minerales en el satélite, que podrían abastecer incluso a las actividades humanas en la Tierra.
Un paso en esta dirección fue la sonda china Chang’e-5, la primera en capturar material lunar en más de medio siglo. En 2020, esta misión trajo a la Tierra una muestra de 1,7 kg de regolito lunar, es decir, tierra suelta de la superficie lunar que podría tener 2.000 millones de años.
En esa ocasión se lograron identificar siete minerales exóticos que se cree provinieron de otro lugar. En marzo del 2023 China anunció que, a partir de esa muestra, descubrió un mineral desconocido en la Tierra, al cual bautizó como changesita.
Además, la misión que la India lanzó en 2023 a la cara más meridional de la Luna, llamada Chandrayaan-3, detectó la presencia de azufre, aluminio, hierro, titanio y otros elementos en la superficie lunar.
El reto a futuro es estudiar si estos materiales se pueden extraer o no. De Lemos comentó que la biomería, utilizando bacterias, puede ser una vía. No obstante, la académica abogó por que se siga una extracción sostenible.
Un tercer factor que alimenta el hambre lunar es la aparición de empresas privadas del sector aeroespacial que están haciendo cuantiosas inversiones. Además, han surgido un sinnúmero de emprendimientos en este campo que están desatando una oleada de innovación.
El rol de estos jugadores en la industria se está concentrando en alianzas estratégicas con las agencias espaciales.
De Lemos ejemplicó esta situación con SpaceX, la empresa de Elon Musk. Los últimos lanzamientos de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) han sido de cohetes de esta compañía, lo que aligera el trabajo de la agencia para enfocar recursos y tiempo en otros campos.
Más países en la carrera
A esta “carrera lunar” en la que debutaron EE. UU. y la URSS se han sumado otros países: Japón, China e India se unen a los que ya compitieron en el siglo XX.
En 2003 China envió su primer astronauta al espacio y 10 años más tarde tocó suelo lunar por primera vez con la misión no tripulada Chang’e 3. India lo hizo en 2023, que fue la primera misión en la historia en llegar a la cara oculta de la Luna. Mientras tanto, Japón empezó el 2024 con su primer alunizaje.
En febrero, EE. UU. realizó un alunizaje tras 50 años de ausencia. Lo hizo con la nave Odysseus, conocida como “Odie”, diseñada por Intuitive Machines, un grupo comercial de misiones lunares que tiene el objetivo de entregar pequeñas “cargas útiles” a la superficie de la Luna.
“Hay otros países que están demostrando el desarrollo tecnológico que están teniendo”.
— Leonora de Lemos, coordinadora del Grupo de Ingeniería Aeroespacial de la UCR.
Las ambiciones de estos países no se detienen ahí. EE. UU. está trabajando en la misión Artemis III, que será una de las más complejas en la historia de la exploración del espacio profundo, con la meta de llegar a la región del Polo Sur lunar con humanos abordo.
“En el transcurso de unos 30 días, los astronautas de Artemis III viajarán a la órbita lunar, donde dos miembros de la tripulación descenderán a la superficie y pasarán aproximadamente una semana cerca del Polo Sur de la Luna realizando nueva ciencia antes de regresar a la órbita lunar para unirse a su tripulación para el viaje de regreso a la Tierra”, explica el sitio web de la misión, la cual se espera lanzar después de setiembre del 2026.
Otros rincones del espacio también están en los planes de las potencias. La sonda india Aditya-L1, alcanzó a inicios de enero su destino final a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, con el fin de estudiar al Sol.
Además, EE. UU., la extinta URSS y China ya han llegado a Marte mediante misiones robóticas, pues la visita humana aún parece lejana.
“Siendo realista creo que quizá será la siguiente generación la que consiga que los humanos lleguen ahí (a Marte)”, expresó el astronauta Alexander Gerst al diario español El País.
Además, hay obstáculos por superar. Starship, el cohete más grande de la historia, construido por SpaceX, y con el que la empresa quiere llegar a Marte, ha fallado en sus dos primeros lanzamientos, que han terminado en explosión. Una tercera prueba está planeada para este mes.
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¿Quién legisla en la Luna?
Minar la Luna, establecer asentamientos o usarla como punto de partida para ir a Marte son parte de los objetivos de las potencias que buscan conquistar el satélite.
Incluso, a inicios de marzo, la agencia de noticias Reuters informó que China y Rusia están considerando colocar una planta nuclear en la Luna.
No obstante, los objetivos de los países están limitados a los acuerdos existentes en materia espacial y lunar, auspiciados por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Existe, por ejemplo, un tratado que rige las actividades en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, un acuerdo para el salvamento de astronautas, un convenio para el registro de propiedad de objetos lanzados al espacio, otro sobre actividades permitidas en la Luna y más.
Hasta el momento se han respetado, según de Lemos, a pesar de las tensiones políticas que envuelven las relaciones de los países en la Tierra.