La tricolor cerró su participación en el quinto mundial de su historia de manera más que discreta. Para mucho, incluso se podría catalogar como fracaso.
A partir del revés del equipo, El Financiero se dio a la tarea de enumerar 12 puntos en los que la Selección Nacional falla, si se compara con una empresa exitosa.
Con la colaboración de Gerardo Coto, periodista y estadista y Marvin Solano, director técnico, se ejemplifican los aspectos específicos por los que la Sele de Óscar Ramírez decepcionó en Rusia 2018.
A pesar de que el manejo de la Selección Nacional, por momentos estuvo marcado por una visión más empresarial, esta se vio manchada por el caso de corrupción más grande que ha vivido el deporte, en el que el presidente de la Fedefutbol, terminó envuelto. Muchos de los errores de la tricolor, son reflejo de lo que el fútbol costarricense arrastra desde años atrás.
Mala gerencia: El error fue más de proceso y no exclusivamente de la eliminatoria o durante el Mundial. El mayor pecado de la gestión, fue de la Federación hacia el entrenador. No se le marcó la cancha a Óscar Ramírez sobre las metas o los objetivos del Mundial. Faltó definir la Misión y la Visión, definida para la competencia. Muchas veces se habla de “hacer un buen Mundial” sin poner las metas claras.
Débil planificación: Sí hay planificación, pero desordenada y cortoplacista. Muchas veces, se nombra un entrenador de manera interina, que termina quedándose por meses o años. No se define correctamente el perfil del entrenador que se busca ni el proceso que se quiere que este ejecute. Hay intenciones de planificar pero no se concretan. Por ejemplo, cuando se firma un técnico por cuatro años y tras pocos partidos perdidos, se corta con el proceso.
Falta de relevo generacional: Hace algunos años, el valor de las ligas menores en el fútbol costarricense era mucho mayor que el actual. La regla de que cada equipo debía sumar al menos 1.440 minutos, jugados por integrantes de ligas menores por temporada, hacía constante la participación de jóvenes en la primera división. Esa regla, que hoy no existe, dio frutos en selecciones menores como en el Mundial de Egipto 2009, en el que se alcanzó el cuarto lugar y muchos de esos futbolistas, participaron después en Brasil 2014. El formato del campeonato nacional actual, no facilita la renovación generacional. Además, mucho técnicos prefieren apoyar a jugadores más conocidos, a pesar de que tengan bajo rendimiento, en lugar de dar oportunidad a nuevas figuras. Dos ejemplos son las no convocatorias de Bryan Ruiz a Alemania 2006 y de Wílmer Azofeifa a Rusia 2018.
Limitada importación de talento: La llegada de jugadores foráneos que no son de mejor calidad que los talentos costarricenses, no aporta a la competencia para los futbolistas nacionales. Herediano, Pérez Zeledón y en el último torneo, la Liga Deportiva Alajuelese han sido de los pocos clubes que han acertado en contrataciones de extranjeros. Además del déficit en el talento que se importa, estos tapan las oportunidades para que jugadores del alto rendimiento jueguen Los salarios de estos jugadores son más altos que los de un jugador nacional.
Rezago en infraestructura: Más allá del Proyecto Goal y las instalaciones (estadios y canchas de entrenamiento) de los llamados equipos grandes, los clubes nacionales no cumplen con requisitos mínimos establecidos por la FIFA para equipos de primera y segunda división. Ejemplos claros son las gramillas y la iluminación de los estadios. El dinero que reciben los clubes por los premios del Mundial, en lugar de ser utilizados en inversiones, significan un alivio para muchos de ellos, que acarrean deudas con la Caja Costarricense del Seguro Social e incluso, atrasos en salarios de jugadores.
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Mala gestión del talento humano: La presencia de incentivos es común a nivel de Selección mayor y de clubes grandes, en el fútbol nacional. La mayoría de los equipos, no disponen de “extras” para sus jugadores por falta de recursos, aunque los convenios con patrocinadores, son una manera de llenar esos espacios. Otro punto importante en el que se falla es en la educación de los futbolistas. Todo esto, repercute en los jugadores que posteriormente integrarán la Selección Nacional
Poca autrocrítica: La pasión que hay por el fútbol en el país, complica que las decisiones se tomen a conciencia. Se piensa más con el corazón que con la mente y eso complica ver los fracasos de manera clara. En distintas ocasiones, los procesos fallidos de la Selección Nacional y de los clubes nacionales a nivel internacional, no se han visto como fracasos. Por ejemplo, cuando hubo crítica por los malos resultados del equipo previo al mundial, la Federación ignoró lo expuesto por la prensa (por ejemplo, la pérdida 5 a 0 contra España) y se siguió con el proceso tal y como estaba. Tras la descalificación de Rusia 2018 en primera fase, solo se ha hablado de la necesidad de contratar un técnico nuevo, responsabilizando por completo al entrenador del fracaso. No se analiza la gestión en general ni el proceso.
No asumir riesgos: Se relaciona con la falta de relevo generacional. La mentalidad que manda en el fútbol nacional es la de confiar en lo ya conocido: en cuanto a jugadores, sistema y estrategia. Se deja de lado el merecimiento, por ejemplo, cuando se realiza una convocatoria y se elije al que estuvo en la eliminatoria, a pesar de que no juega en su equipo, en lugar del que rinde más, ya sea legionario o del torneo local. La falta de tomar riesgos que se le reclamó a Óscar Ramírez durante Rusia, no es solo responsabilidad de él. Faltó guía de parte de sus superiores para que cambiara su estilo defensivo. Era claro, desde que se contrató al entrenador, cuál era su forma de juego, si se pretendía algo diferente, la Federación tuvo que pedirlo o contratar a otra persona.
No cambiar mentalidad: La mentalidad de los jugadores es distinta de pendiendo de donde juegan. En general, no existe presión por ganar siempre. El nivel de exigencia entre los jugadores de la Selección e incluso entre los que juegan en diferentes equipos nacionales es es distinto. Cuando se han superado logros antiguos, por ejemplo en Italia 90 y en Brasil 2014, responde principalmente a un cambio en un momento específico de parte de un grupo de jugadores. Sin embargo, ninguno ha demostrado ser un cambio contínuo.
Rezago tecnológico: Resulta innovador cuando se habla de que un entrenador ve videos de los rivales a los que enfrentará. Sin embargo, los avances tecnológicos en el fútbol, van mucho más allá. A nivel mundial, las mediciones de los futbolistas y de los rivales es algo del día a día y bajo muchas variables. En el país, los equipos grandes realizan varias de estas mediciones y se aplican también a nivel de selección, pero la rigurosidad con la que se utilizan y la importancia que se les da a los números que arrojan, varían dependiendo principalmente, del entrenador.
Ser conformistas: Cuando no se superan las metas, no se ve como un fracaso. Hay conformismo. Después de Brasil 2014, la Selección Nacional no presentó publicamente objetivos para Rusia 2018. El éxito del Mundial de Brasil, se vio como una gran azaña y como un hito inalcanzable, por parte de los directivos, la prensa y los jugadores. Nunca se buscó volver a lograrlo ni mucho menos superarlo. Lo mismo sucede cuando los equipos ticos pierden en Concacaf y se justifican las derrotas.
Falta de investigación y diagnóstico: En el país exite la figura del director de selecciones. Marcelo “Popeye” Herrera, es el encargado del manejo de estas, sin embargo, fue nombrado como entrenador interino de las selecciones infantiles y juveniles, por lo que la otra función queda de lado. La tarea del director de selecciones, o de otra figura como Gerente Deportivo de la Federación (inexistente en Costa Rica), tendría que ser coordinar el tipo de juego entre los diferentes equipos patrios. Que entre los procesos de selecciones Sub 17, Sub 20 y mayor, haya coordinación. Sin embargo, hay división entre los procesos. También hay demasiada libertad para el director técnico. No se cuestiona sobre los jugadores convocados, ni se revisa si las decisiones del entrenador fueron las acertadas, porque no hay investigación ni diagnóstico validos para estos procesos.