En 1869, Costa Rica incorporó en su Constitución la enseñanza primaria gratuita y obligatoria. En la misma línea, desde la época precolombina hay evidencia de la preocupación de las autoridades en apoyar a las personas enfermas y es en 1940, que se incluyen en la Constitución las garantías sociales y se crea en 1941, la Caja Costarricense del Seguro Social.
Es claro que Costa Rica ha sido una nación líder en promover los derechos humanos y estamos nuevamente frente a una oportunidad de ser pioneros y líderes a nivel mundial.
Debido a mi trabajo durante la última década con Nutrivida, he conocido de primera mano las preocupantes cifras de malnutrición en el mundo y en nuestro país. De hecho, a nivel global, más de dos billones de personas sufren de “hambre oculta” que es la falta de vitaminas y minerales en la alimentación y este problema afecta sobre todo a las mujeres y los niños. En el caso de nuestro país, un 6,9% de la población infantil sufre de desnutrición lo que equivale a 61.000 niños y unos 100.000 costarricenses han pasado al menos un día entero sin comer en el último año.
Francamente para el país más feliz del mundo, esta cifra debería llenarnos de tristeza, hacernos reflexionar y tomar decisiones.
Como bien decía mi abuelita Rosa (qepd): “mientras haya salud y comidita en la mesa, lo demás se puede enfrentar”. No es ético que compatriotas y menos niños, pasen hambre en nuestro país y es por eso que, deberíamos ser pioneros al convertir a Costa Rica en un país en donde la alimentación sea un derecho universal verdadero, es decir, con soluciones concretas y efectivas. Desde 1948, el derecho a la alimentación fue incluido en la Declaración de Derechos Humanos Universales de Naciones Unidas y a pesar de que todos los países lo reconocen, muy pocos han tomado las medidas para asegurar que sus ciudadanos no pasen hambre.
Es claro que el reto es muy ambicioso, pero también es realizable y sobre todo, muy inspirador.