Hace casi 10 años, la fotógrafa Roxana Nagygeller Jiménez apostó por un “cambio en su proyecto de vida”, para salir un poco de su rutina.
Aunque le gustaba lo que hacía, quería asumir un nuevo reto en un área que desconociera.
Se propuso emprender un negocio relacionado con productos orgánicos, en los que no se usaran lácteos, grasas, ni preservantes.
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Sí tenía clara una cosa: tenía que ser un negocio rentable, con productos que les gustaran a las personas y la idea era emplear ─dentro de lo posible─ ingredientes de productores nacionales.
Así fue que empezó a explorar el mundo de los chocolates artesanales.
“Del chocolate no sabía nada de nada. Pero dije: bueno, cuando uno ve en el periódico que quiebran fábricas de todo tipo, nunca quiebran las de chocolate. Cierran fábricas de autos, de textiles, lo que sea, pero de chocolate no”, recordó entre risas.
La aventura de crear
La ahora chocolatera empezó a buscar recetas en Internet y a realizar cursos en línea con el apoyo de tutoriales.
En el 2009 arrancó los experimentos “a prueba y error” en la cocina de su casa, junto a sus hijas Parvati Torres y Lucía Lill.
Sus primeros productos fueron chocolates 100% puros y con semillas de marañón, de higos y de jengibre.
Tiempo después se enteró de que había un grupo de emprendedores que venderían productos saludables en una feria verde (la Feria Verde de Aranjuez). Se interesó en ello, pues era el enfoque que quería darle a su nueva empresa, a la que denominó Tierra Gourmet.
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Las ventas en la feria fueron un “éxito” y los mismos clientes proponían ideas y nuevos sabores que la empresa iba tomando en cuenta para mejorar sus chocolates.
Hasta la fecha, la emprendedora se mantiene vendiendo en esa feria los días sábados.
En el camino, Roxana enfrentó varios obstáculos como educar al consumidor y a los eventuales clientes sobre los beneficios del chocolate puro y cómo sí era posible degustarlo.
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Al principio, alguna gente lo comía y lo rechazaba.
“Nos tocó visitar gente, visitar hoteles y dar a probar y la persona prácticamente te lo escupía en la cara, o decía: perdón. Entonces, iba al baño a tirarlo”, dijo riendo.
Otras dificultades estuvieron asociadas a los múltiples trámites que debieron hacer para poner en regla su empresa y registrar sus alimentos en el Ministerio de Salud. Pero al fin lo lograron.
Actualmente, la empresa cuenta con un taller artesanal en Tarbaca, en la vivienda de la emprendedora.
Con el tiempo y la ayuda de instituciones como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu) pudieron adquirir equipo para apoyarse en el proceso de elaboración de los chocolates.
Sus productos incluyen chocolates que contienen 100% de cacao orgánico, o bien, 85% o 70%.
Cuentan con varias opciones, como chocolates con nueces, higos, arándanos, jengibre y con esencias de naranja, menta, maracuyá, manzana-canela y café. A los chocolates no se les agregan lácteos, gluten, ni preservantes y para empacarlos procuran usar aluminio reciclado y papel reciclable.
Asimismo, ofrecen diferentes mantequillas. Dentro de ellas están las de maní, las de semillas de marañón, y una mezcla de maní, almendras y miel.
La mantequilla hecha de maní, almendras y miel se vende en la cadena Auto Mercado.
La empresa también prepara una crema de cacao (similar a la Nutella), sin leche, ni azúcar y con cacao orgánico.
Otros puntos en los que se pueden encontrar sus productos son CoopeAtenas, en Alajuela, y en la macrobiótica Biosalud, situada en Plaza del Sol.
Hace dos semanas, la pyme, que se encuentra registrada en el Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC), obtuvo el Sello Verde “lo mejor disponible”.
Dicho sello lo otorga la Asociación Amantes de lo Orgánico (Aamor) y garantiza que el proceso productivo es sostenible ambientalmente y que se respeta a los trabajadores, entre otros aspectos.
Roxana espera seguir creciendo, pero siempre mantenerse como una empresa familiar, en la que se sabe quién produce y en la que puedan seguir sus estándares de calidad, sin ser “comidos por la industria”.
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